Con tres décadas sobre los escenarios y en las aulas, Georgina Lizeth Montoya Campos, catedrática de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Chihuahua, es una de las figuras más reconocidas del ballet clásico en el estado.

En entrevista para El Diario, compartió que desde los siete años, cuando inició su formación en el Taller de Ballet y en el Petit Allegro, supo que la danza marcaría su vida.

“Es mi pasión, mi consuelo; yo soy Georgina cuando estoy bailando”, dijo.

Cumplir 30 años de trayectoria, dice, es una bendición. “Trabajar en mi vocación es una gran alegría. Agradezco a Dios, a mis padres por impulsarme, a mi esposo por entender que la danza es mi primer amor y a mis hijos por comprender el tiempo que dedico a ella”, indicó.

Momentos que marcaron su camino

Recuerda dos etapas decisivas: “Como bailarina, cuando quise renunciar a los 13 años y mi padre no me lo permitió, lo honro a través de la danza que él defendió. Como docente cuando la maestra Laura Pérez me permitió hacer práctica guiada y obtuve mi primer trabajo en un centro cultural dirigido por el maestro José Aragón".

Su amor por el ballet nació en Inglaterra, donde vivió durante la maestría de su padre. “En mi kínder había un tutú amarillo; me encantaba ponérmelo sin saber bailar. Hasta que vi La muerte del cisne y me enamoré. Cuando regresé a Chihuahua me inscribieron en el Taller de

Ballet de Miss Carmelita Valenzuela, y ahí comenzó todo”, aseveró.

La disciplina y el cuerpo como instrumento

A lo largo de los años, la relación con su profesión ha sido intensa. “He sacrificado reuniones, fiestas y proyectos personales. Ha sido una relación pasional, a veces tóxica, pero hoy es amorosa y compasiva conmigo misma y con mis alumnos. Aprendí que no solo soy cuerpo, también soy mente, emoción y energía”.

Entre sus mayores logros destaca el poder seguir bailando. “Los jóvenes dan por sentada la salud y la energía. Para mí, poder continuar es un gozo tremendo. Practico yoga, pilates, cardio, meditación y fisioterapia”.

Como maestra, se enorgullece de haber desarrollado una metodología basada en neurociencias. “Mi mayor logro ha sido apoyar a una alumna a ingresar a la escuela de ballet más prestigiosa de París”, afirmó.

Equilibrio y enseñanza

Para mantener la disciplina, asegura, es esencial el amor propio. "Si hay una que modificar el entrenamiento o detenerse. Cuando el cuerpo está bien, se debe practicar a diario, incluir cardio y descanso. A los jóvenes les digo: cuiden su cuerpo, mente y alma. No es normal que un maestro te exija entrenar lastimado o en un salón inadecuado; eso puede acabar con una carrera antes de empezar”.

Su formación como ingeniera le permite integrar las ciencias a la danza. “La anatomía es el inicio, la biomecánica se aplica en los movimientos y la conciencia corporal proviene de las neurociencias. Me apasiona enseñar desde ese enfoque”, explicó.

Pasión que se transmite

La actitud, dice, es la base de todo. “Esa forja campeones. Persistir, insistir, resistir y nunca desistir. Simplemente hago lo que amo. Les enseño que está bien equivocarse, que deben buscar ser su mejor versión. La mejor forma de enseñar es con el ejemplo: sigo bailando, estudiando y colaborando”.

Equilibrar la danza con la vida personal, confiesa, no ha sido sencillo. “Antes de la pandemia trabajaba siete días a la semana. Ahora aprendí a decir que no, a elegir proyectos y valorar el descanso y el tiempo con mis seres amados”, comentó.

Mirada al futuro

La danza, afirma, le ha enseñado autoconfianza y resiliencia. “Le da sentido a mi vida porque me permite compartir con personas maravillosas que me impulsan a ser mi mejor versión”.

Entre sus próximos proyectos destaca el Festival de Día de Muertos de la Facultad de Artes, donde interpretará a Myrtha, reina de las Wilis, en un fragmento de Giselle. También espera participar en el programa Orquestándola y en el estreno de una película filmada durante el verano.

Su sueño es claro. “Seguir otros 30 años más compartiendo esta pasión y escribir un libro con mi metodología”.

Optimista sobre el panorama local. “El futuro del ballet clásico en Chihuahua y en México es muy prometedor. Hay muchísimo talento, y juntos estamos colocando a Chihuahua en el mapa artístico nacional e internacional”, concluyó.